martes, 14 de agosto de 2012

LECTORAS: AVISO IMPORTANTE.

Lectoras;
Hasta ahora habéis estado leyendo la novela de "Tan solo una salida" en este blog, pero he decidido crear otro para poder subir ahí todas mis novelas, ya que muchas quieren leer otras cosas que he escrito, ya sean realtos, novelas, shorts o historias que están en distintas páginas.
He creado este blog http://itsnuriasomeday.blogspot.com.es/ en el que seguiré publicando esta novela, y pronto subiré también ahí mis otras novelas y relatos, de forma que podáis acceder a todo desde una misma página.

Con esto quiero decir, que este blog queda abandonado. No seguiré publicando aquí la novela, por lo que podéis olvidar este blog y guardad el otro.

PUBLICARÉ AHÍ LA NOVELA. 
REPITO; ESTE BLOG QUEDA SIN USO, TRASLADO LA NOVELA A http://itsnuriasomeday.blogspot.com.es/.

GRACIAS.
-NS.

jueves, 9 de agosto de 2012

{Capítulo 9}



Al entrar Justin parece tenso al principio, pero tras ver que la gente pasa a nuestro lado sin prestarnos atención se relaja y vuelve a sonreír.

-¿Dónde quieres ir? –me pregunta mientras subimos las escaleras mecánicas.
-A la tienda de cinturones.
-No, enserio.
-Lo digo en serio, quiero regalarte un cinturón.
-¿Tanto te molesta que no use cinturón? –pone los ojos en blanco.
-No, me gusta –me muerdo el labio- pero quiero regalarte uno, por si algún día quieres cambiar.
-Bah, como quieras –se da por vencido- pero con una condición.
-Me conozco yo tus condiciones –bufo- así que no.
-Vamos –hace un puchero- por favor.

Dudo un momento y entonces le dejo hablar.

-Déjame comprarte algo a ti también –entrelaza nuestros dedos.
-No quiero que me compres nada.
-Tú vas a hacerlo –me reprocha.
-Pero es solo un cinturón, además, no es lo mismo.
-¿Y por qué no?
-Porque yo no soy millonaria.
-Eso da igual.
-No –espeto.
-Déjame hacerlo –insiste.
-No.
-Si.

Tras una discusión que termina en risas, decido dejarle elegir lo que él quiera. Esa es la condición. Un cinturón a cambio de que yo le deje elegir un regalo para mí. Aunque no lo veo un buen trato, ya que un cinturón no es nada… tengo que darle la razón. Porque él es Justin.


Entramos a la tienda y elijo mi cinturón, es una de esas tiendas traídas del extranjero en las que hay miles y miles de cinturones y zapatos de piel y colores por todas partes. Me gusta esta tienda. Siempre me ha parecido divertida. Pasamos allí unos veinte minutos.  Le pido al dependiente que lo envuelva en papel de regalo y volvemos a salir.

-¿Por qué le has dicho que lo envuelva? –pregunta divertido una vez fuera de la tienda.
-Siempre me ha gustado envolver cosas, cuando era pequeña incluso le pedía a la señora del quiosco que me envolviera los chicles –río al recordarlo.
-Vaya, eso es un buen dato –ríe conmigo.

Ahora es Justin el que me guía. Paseamos por todo el centro comercial y cuando creo que ya no queda nada más por ver. El se para enfrente de un escaparate.

-Justin, no –le digo al instante.

Estamos en una tienda de joyas contra mi voluntad. Miro al interior del escaparate y veo los escandalosos precios de anillos, pulseras y collares de oro y plata.

-Es mi condición, recuerda.
-¿Y no puedes comprarme unas palomitas? ¿O unos zapatos? –le reprocho.
-Quiero comprarte algo que puedas llevar siempre. Quiero que te acuerdes de mí.
-Es imposible no hacerlo.
-Lo sé, pero por si acaso –ríe.
-Pues cómprame unos chicles y los cuelgo en la pared.
-Mi condición –dice, y entramos en la tienda.

Justin sujeta mi mano mientras se para delante del mostrador y una chica joven nos atiende con traje elegante. Miro a mi alrededor y noto que todo tiene un aire muy… caro.

-Buenas tardes –sonríe Justin- estaba buscando algo para ella –la chica me mira y sonríe.
-Vaya –pone las manos sobre el mostrador- eres una chica con suerte. ¿Qué estás buscando exactamente?
-No lo sé –murmuro- algo no muy caro.
-Eso no es problema –interviene Justin dirigiéndose a la chica- enséñanos lo más bonito.

La chica asiente y desaparece tras una puerta de cristal en la tras tienda.

-Justin, todo esto no me gusta. Sabes que no soy de esas –gruño.
-Es solo un detalle –sonríe- no te enfades.
-Está bien, dejaré que me compres una joya –sonrío- pero con una condición.
-¿Cuál? –me mira.

La chica vuelve a aparecer con varias cajas de cuero y piel en un pequeño carro dorado.

-Ya sé lo que quiero –le sonrío a la chica.
-¿Y bien? –deja las cajas sobre la mesa.
-Quiero algo que sea para los dos –señalo a Justin- algo que tenga dos piezas. Una para el –sonrío- y otra para mí.
-¿Te refieres a un amuleto? –Cierra la caja que antes había abierto metiendo un rolex de oro de nuevo en el carro- ¿para enamorados?
-Exacto –intento disimular el rubor que ahora corre por mis mejillas. 

“Enamorados”, parece que todos lo ven excepto nosotros.

Veo como Justin me mira asombrado. Sé que eso no se le habría ocurrido a el, y me alegro. Si quiere comprarme algo, que sea también para él. Y que signifique algo también. La chica vuelve a desaparecer tras la puerta.

-Tampoco quiero que tú te olvides de mí –le susurro.
-Jamás –sonríe.


Al final acabamos comprando una especie de collar de plata, con un medio corazón en cada parte incrustado en una insignia con un diamante en el centro. Justin manda grabar nuestras iniciales en ellos y esperamos tan solo veinte minutos antes de pasar a recogerlos. Veinte minutos que aprovechamos para tomar un helado.

-Aquí tienes –la chica pone los collares sobre el mostrador dentro ya de dos cajas de piel.
-Me encanta –dice Justin mirando fijamente nuestras iniciales.
-A mi también –sonrío resignada. La verdad es que son preciosos.

Justin paga demasiado dinero por ellos y los mete en la bolsa también de aspecto caro que nos han dado.

-¿Podemos salir fuera? –me dice.
-En la planta de abajo hay unos jardines. Es donde están las cafeterías.
-Perfecto.

Salimos y Justin me arrastra hasta un pequeño jardín. Se sienta en un banco y me sienta a mí con él. Coge la bolsa y saca uno de los collares.

-Déjame ponértelo –murmura.
-Vale –contesto dándome la vuelta para que pueda abrocharlo. Aunque es largo.

Me lo pone, y después saca el suyo para hacer lo mismo.

-Sigo pensando que es demasiado –le digo mientras miro su collar.
-Es perfecto.

Ambos quedamos en silencio durante un largo rato, observándonos sin saber que más allá de nosotros dos hay más personas. Más gente que nos mira sin saber que entre esos dos jóvenes hay algo más fuerte que una amistad. Algo incluso más fuerte que un amor. Esos dos chicos se complementan de una manera tan especial y extraña, que me resulta casi insultante que pasen por nuestro lado sin percatarse de que uno no existiría sin el otro.

Pasamos el resto de la tarde en el centro comercial. Decidimos ir a dar una vuelta por la planta alta y acabamos entrando en un salón de juegos del que tardamos en salir varias horas. Justin me reta a una partida con mandos asegurando que es el mejor. La verdad es que nunca me han gustado demasiado los videojuegos, pero siento la necesidad de ganarle. De ganarle para que sepa que aunque sea una superestrella, a mi lado es un chico normal. Un chico que puede perder en un juego contra su mejor amiga, o al menos su mejor… confidente.



Recuerdo la primera vez que le demostré a Justin que no era tan diferente a él. Que a pesar de que era una chica invisible para todos podía demostrarle estar a la altura. También recuerdo que en ese mismo momento el me demostró ser un chico cualquiera. Siempre había dado por sentado que cualquier famoso, y más de su talla, sería un arrogante y una de esas personas a las que siempre había odiado de pequeña. Puede que ese fuera el detalle que me hizo enamorarme de él. Que fuera tan sencillo. Que simplemente fuera Justin. El chico canadiense con ganas de hacer amigos de verdad.

Tras ganar a Justin en la partida con los videojuegos, decidimos volver a casa, no sin que antes Justin decida salvar su ego ganándome un peluche tamaño gigante para demostrar que sigue en forma. Cuando lo hace, nos vamos en busca de su coche a los aparcamientos, y a pesar de que ya es casi de noche y queda poca gente en el centro comercial, los individuos miran al pasar a un oso rosa chillón  que nos dobla el tamaño, y a dos chicos tras el intentando transportarlo. Definitivamente hoy no hemos pasado desapercibidos.
Metemos el oso en la parte de atrás del coche de Justin a empujones y el arranca. Durante el viaje de vuelta no hablamos demasiado. Me dedico a pensar en que me queda poco tiempo para estar a su lado, y sé que él piensa lo mismo porque miro de reojo su expresión, que está seria por primera vez en todo el día, pero me niego que esta sea nuestra despedida. No así.

-Esto no es el final –le digo.
-Lo sé –aprieta más sus manos contra el volante- pero no quiero irme.
-Yo tampoco quiero que te vayas –aseguro- pero no creo que tus fans pasen por alto que desaparezcas.
-En momentos como estos es en los que odio ser quien soy –me mira un segundo, antes de volver a posar sus ojos en la carretera.
-No hagas esto –le digo seria.
-¿El qué?
-Acabar así el día. Quiero que te vayas con una sonrisa. Quiero recordar este día perfecto –fijo mi mirada en sus ojos a través del retrovisor- y hasta ahora lo ha sido.

Sin decir nada más el coche se detiene. Miro hacia mi derecha y veo que ya estamos frente a mi casa. Justin me mira y vuelve a sonreír comprendiendo mi petición.

-¿A qué hora sale tu avión?
-A las doce.

Miro el reloj, y noto que de repente vuelvo a relajarme.

-Solo son las ocho –sonrío animada- todavía nos quedan cuatro horas.
-Cuatro horas que pienso pasar a tu lado.
--------------------------------------------------------------

jueves, 2 de agosto de 2012

{Capítulo 8}


Justin mete un disco, puedo leer “believe” en la carátula, y selecciona una canción antes de darle al Play. ¿Quién lleva su propio disco en el coche? La canción empieza a sonar y yo sonrío antes de susurrarle un “gracias”. Justin se inclina hacia mi y me da un breve beso en la mejilla, antes de que yo le indique el camino hacia el restaurante.

Bueno, déjenme contarles una historia,
De una chica y un chico,
El se enamoró de su mejor amiga,
Cuando ella está cerca, el no siente otra cosa que felicidad,
Pero ella había sido dañada, y eso la hizo ciega,
Pero ella nunca hubiera podido creer que el amor tocaría a su puerta,
Pero ¿sabes que te amo? ¿o no eras consciente de ello?
Eres la sonrisa en mi rostro, y no me iré a ningún lado,
Estoy aquí para hacerte feliz, estoy aquí para verte sonreír,
He estado esperando mucho durante tiempo para poder decirte esto.


Mientras escucho la canción que Justin escribió para mí, cierro los ojos e intento no ponerme a llorar.


Recuerdo el día en el que Justin me llamó para decirme que había acabado. Que por fin su disco estaba terminado y pronto saldría a la venta. Recuerdo que era de noche. Yo estaba ya metida en la cama y Justin pasó horas contándome la historia de cada canción.

#Flashback.

-Believe es la canción que he escrito a mis fans. Quería decirles que sin ellas yo no estaría hoy aquí. –Estaba ilusionado.
-Oh Justin, me alegro de que lo hayas acabado. De verdad –le contesté- pero quiero que me dejes escucharlo antes de que salga a la venta.
-Mmm, creo que si hago eso me matarán –rió- Scooter me ha advertido que nadie puede escucharlo o tendremos problemas.
-Pero yo soy especial –bromeé sin darle importancia a lo que acababa de decir, pero Justin se lo tomó muy enserio.
-Si, lo eres –sonrió al otro lado. Y por eso escribí una canción para ti.

En ese momento recuerdo haberme quedado helada durante un momento. No podía créelo. No quería creer que todo esto fuera tan especial como para que Justin se hubiera molestado en escribirme una canción.

-¿Lo dices en serio? –Intenté calmarme- necesito oírla. Ahora.
-Tú eres mi inspiración, Sweden. Lo sabes ¿verdad?
-Lo sé –le dije, temblando bajo mis sábanas.
# Fin flashback.


Que soy quien va a hacer que te enamores,
Sé que has alzado un muro a lo largo de tu corazón,
No vas a tener miedo, oh, mi amor,
Pero no podrás volar, a menos que esto te lo permita,
No podrás volar, a menos que esto te lo permita, así que cae...



Sigo dándole indicaciones a Justin para poder llegar al restaurante que hemos elegido para comer. Le miro, con sus gafas y su gorra de los Yankees. Es perfecto.


Bueno, puedo decir que le temes a lo que podría hacerte,
Porque tenemos una amistad tan grande la cual tú no quieres perder,
Bueno, yo tampoco quiero perderla,
No creo que pueda quedarme sentado mientras tu sufres, nena,
Vamos, toma mi mano,
¿Sabías que eres como mi ángel que olvidó como volar?
¿Sabías que me parte el corazón cada vez que te veo llorar?
Porque sé que duele si él se ha ido
Y se apoya del hombro en el que estás llorando,
Y espero que para cuando haya terminado con esta canción,
Te hayas dado cuenta.


Justin aparca el coche y me mira antes de disponerse a abrir la puerta para bajar, pero yo no quiero hacerlo. Necesito decirle una cosa. Antes tengo que hacerlo.

-Justin –le paro- espera.

Él vuelve a cerrar la puerta y se quita las gafas.

-Gracias por todo lo que has hecho por mí desde que nos conocemos. Gracias por estar siempre que te he necesitado y por haberme hecho volver a ser feliz.

Veo que sus ojos brillan, pero no dice nada. Solo extiende su mano para que yo la agarre.

-No sé qué haría sin ti –sonrío intentando no llorar.
-Bueno, déjenme contarles una historia –comienza a cantar como si nada.
-De una chica y un chico –le sigo.
-El se enamoró de su mejor amiga. –Me mira fijamente, y sé que lo que dice es cierto.
-Cuando él está cerca, ella no siente otra cosa que felicidad.

Y así, sin más. Justin vuelve a acercarme a el, y me besa. Pero esta vez nuestro beso es lento. Esta vez ambos estamos realmente sintiendo cada segundo. Esta vez sabemos que debemos estar juntos. Tras unos segundos él se separa.

-Te quiero, Sweden.
-Yo también, Justin.


Al entrar el restaurante, un camarero asiático nos atiende muy simpático. Le pedimos una mesa lo más alejada posible y le seguimos. Lo que me gusta de los restaurantes chinos, es que cada mesa está separada por unos cristales o paredes de madera que te dan intimidad. Puede que por eso haya elegido este sitio.

Nos sentamos en una mesa de dos, uno frente al otro. Y después de inspeccionar durante un momento el lugar, Justin se quita la gorra y las gafas. El camarero se acerca a nosotros sin dejar de sonreír.

-¿Qué van a quelel? –dice con su acento.

Justin me mira, pero yo no sé que tomar.

-Pueden elegil el menú pala enamolados –sonríe.

Ambos nos miramos y noto como Justin coge mi mano bajo la mesa.

-Si –contesta- tomaremos eso.

Diez minutos más tarde nos sirven la comida.

-¿Sabes? –Dice Justin, mientras da un sorbo a su bebida- Mi madre me dijo que te echa de menos. Dijo que quería que te llevara a California un día de estos.
-Yo también la echo de menos, desde el verano pasado no he vuelto a verla.
-Eso tiene solución –sonríe- solo tendríamos que hablar con tus padres.
-Sabes que mis padres casi nunca están en casa –ahora miro fijamente mi plato- a veces pienso que lo hacen a posta, para no verme.
-No digas tonterías Sweden. Tus padres te quieren.

Tras terminar de comer, Justin le deja una gran propina al camarero para agradecerle su hospitalidad. Salimos a la calle y Justin vuelve a disfrazarse ocultando su cara. Ahora estamos en las afueras, y aquí si hay que llevar cuidado.

-¿Qué quieres hacer ahora? –sonríe cogiendo mi mano.
-No creo que podamos pasear por aquí sin que alguien sospeche.
-Tranquila –me dice- no pasa nada. Vamos a donde quieras.
-Mmm –pienso un momento- ¿centro comercial? –le digo, y al momento me arrepiento. Un centro comercial significa mucha gente. Pero eso a él parece darle igual.

Justin sonríe y afirma con la cabeza. Sin decir nada más me rodea con su brazo y comenzamos a andar hacia allí.

Al entrar Justin parece tenso al principio, pero tras ver que la gente pasa a nuestro lado sin prestarnos atención se relaja y vuelve a sonreír.

-¿Dónde quieres ir? –me pregunta mientras subimos las escaleras mecánicas.
-A la tienda de cinturones –sonrío.
-No, enserio.
-Lo digo en serio –río- quiero regalarte un cinturón.
-¿Tanto te molesta que no use cinturón? –pone los ojos en blanco.
-No, me gusta –me muerdo el labio- pero quiero regalarte uno, por si algún día quieres cambiar.
-Bah, como quieras –se da por vencido- pero con una condición.
-Me conozco yo tus condiciones –bufo- así que no.
-Vamos –hace un puchero- por favor.

Dudo un momento y entonces le dejo hablar.

-Déjame comprarte algo a ti también –entrelaza nuestros dedos.
-No quiero que me compres nada.
-Tú vas a hacerlo –me reprocha.
-Pero es solo un cinturón, además, no es lo mismo.
-¿Y por qué no? –pregunta.
-Porque yo no soy millonaria.
-Eso da igual.
-No –espeto.
-Déjame hacerlo –insiste.
-No.
-Si.

Tras una discusión que termina en risas, decido dejarle elegir lo que él quiera. Esa es la condición. Un cinturón a cambio de que yo le deje elegir un regalo para mi. Aunque no lo veo un buen trato, ya que un cinturón no es nada… tengo que darle la razón. Porque él es Justin.
--------------------------------------------