-Cree que
somos amigos –le digo- pero ya le he dicho que no somos nada.
-Más le vale
mantenerse alejado –me mira intensamente- y bien –de repente su expresión
cambia y como si quisiera eliminar la tensión que se ha creado por momentos,
sonríe sin mas- ¿Dónde vas a llevarme hoy?
-Ya sabes
que aquí no hay mucho que ver –sonrío ante su cálida voz- podemos pasear.
-Pasear
–repite- me encanta pasear.
Subo a mi
habitación y meto el móvil en el bolso. Antes de cerrar el portátil veo que en twitter hay cuatro interacciones nuevas. Las
leo.
“Me encantan
los días como hoy, me encanta ver lo que hoy voy a ver”.
“Prepárate,
ya estoy aquí”
“Hoy el sol
está brillando, porque si no, sería de noche”.
Veo el
último, un rettweet de una fan.
“Es muy gracioso cuando a @justinbieber se le
caen los pantalones en plena actuación, el es sexy”.
Bajo abajo y
espero a que vuelva, Justin ha ido a meter el coche en la parte de atrás. No
quiere que nadie sepa dónde está.
Cuando
vuelve sonríe y se gira para coger su teléfono, que reposaba sobre la mesa. Se
inclina y veo que sus bóxers negros asoman por encima de sus pantalones. Me río
al recordar el tweet de esa fan, y después le miro.
-Voy a
regalarte un cinturón –cruzo los brazos.
-Se que te
gusta –bufa- y a mis fans también.
-Se que a ti
también te gusta que todos vean tu trasero mientras actúas, es “divertido”
–río, el no se lo espera”.
-¿Has visto
el video? –se sonroja.
-He visto un
tweet –suspira aliviado- pero pienso buscarlo cuando llegue a casa.
Tras una
pequeña discusión sobre donde debe colocarse los pantalones, salimos a la calle
y él se coloca su gorra negra de los yankees.
-A juego con
los bóxers –río.
-A juego con
los bóxers –repite divertido.
Nos
dirigimos hacia un parque en el que no hay mucha gente, pero para eso tenemos
que atravesar la mayor parte del pueblo. Ese parque está a las afueras.
Cuando
entramos en una calle donde varias mujeres charlan con su cesta de la compra en
la mano, Justin se coloca sus gafas de sol y se pone la capucha de la chaqueta
sobre la gorra, tapando la mayor parte de su cara.
-Pareces un
delincuente –me río.
-No lo creo
–sonríe.
Justin se
acerca a mí, y noto como acaricia mi mano antes de agarrarla. Yo le miro y veo
como su sonrisa casi brilla bajo el sol. En ese momento comienzo a ponerme
nerviosa. No sé qué hacer. Justin ha cogido mi mano y está esperando una
respuesta. No sé lo que eso significa. Puede que para él solo sea una señal de
amistad. Sweden, eres imbécil. Haz algo. Levanto la vista para encontrarme con
sus ojos, y sonrío tímida mientras acepto su mano y la estrecho un poco más
contra la mía. El hace más amplia su sonrisa, y por un momento creo ver el
rubor en sus mejillas. ¿Sentirá en estos momentos, al igual que yo, mariposas
en el estómago? Vuelvo a mirarle y veo que su sonrisa no ha desaparecido aunque
ahora mira hacia delante.
Se acerca un poco más a mí y entonces entrelaza sus
dedos con los míos. Ahora comprendo que eso no es una señal de amistad. No, eso
significa algo más. Unos dedos entrelazados significan unión. Amor. ¿No es
cierto?
Miro hacia
las señoras que hablan inocentemente sobre lo que hoy harán de comer, sin
pararse a pensar que Justin Bieber sostiene mi mano. Una de ellas me devuelve
la mirada y después la posa sobre nuestras manos. Sonríe y después vuelve a la
conversación con sus fieles amigas. Imagino entonces como verá ella nuestra
imagen. Dos jóvenes andando cogidos de la mano. Seguro que piensa que estamos
enamorados. Y así es, al menos… yo si.
Entramos en
una calle en la que ya no hay tanta gente. En realidad estamos solos sin contar
a los dos ancianos que hablan animadamente en la puerta de un estanco y otro de
ellos que toma el sol sentado en un banco y mirando al cielo, con sus gafas de
sol y su gorra estropeada. Pienso en si Justin será como él cuando crezca, si
seguirá llevando las gorras que ahora lleva. Le miro y veo que se ha
desprendido de las gafas y la capucha. Gira su cabeza y sonríe al ver que le
estoy observando.
-Me encanta
esto –murmura.
-¿Poder
pasear por una calle sin que la gente se te eche encima?
-Bueno…
-duda un momento- eso está bien –sonríe- pero me refería a coger tu mano.
Y de nuevo
comienzan a temblarme las piernas. Me pregunto si para el esto será un juego o
de verdad sentirá algo al sostener mi mano. Le miro a los ojos y veo que ahora
brillan. Creo que el también siente algo, pero no se el que.
-Te invito a
un helado –dice rompiendo el silencio que se ha formado durante un momento.
-Trato hecho
–le tiendo la mano que me queda libre para sellarlo.
-No hemos
hecho ningún trato –mira mi mano.
-Pues lo
hacemos ahora –pienso durante un momento- dejo que me invites a un helado si tú
dejas que te compre un cinturón –río triunfante.
-No hay
trato –dice el.
-Pues no
dejo que me compres un helado –dejo caer la mano que antes había tendido para
que el la estrechara.
-Vale.
A pesar de
que me he negado a que lo haga, al llegar a una heladería, sin preguntármelo,
vuelve a ponerse las gafas y la capucha y tira de nuestras manos, que siguen
entrelazadas con fuerza. Intento resistirme pero él es más fuerte. Al entrar la
chica nos mira primero a ambos, y después fija su mirada en el. Parece dudar
durante unos segundos, pero después sacude la cabeza y mira hacia el interior
de la vitrina en la que están los helados.
Yo suelto mi
mano en señal de enfado, e inmediatamente me arrepiento. El me mira y yo
intento parecer cabreada, pero creo que no funciona. Mete la mano que antes
sujetaba la mía en el bolsillo y saca su cartera.
-Dos helados
de chocolate, por favor y gracias –le sonríe a la camarera.
Parece que
esta se ha quedado durante un momento embobada con la sonrisa del chico que me
acompaña. Es normal, suele causar esa sensación. Ella vuelve a mirarlo y como
si se diera cuenta de repente de que es demasiado obvio que le escruta, fija su
mirada en el cristal y comienza a servirnos los helados. Sé que en su interior
está pensando “Este chico me recuerda a alguien, tiene que ser… si, se parece a
él, pero no puede ser, el no puede estar en España, no”.
La mujer le
tiende los dos helados a Justin y este los coge, poniendo en su lugar unos
billetes.
-Quédese con
el cambio –dice simpático, y sale a la calle.
Resignada
voy tras él y le acompaño mientras anda, no quiero mirarle, porque se que si lo
hago mi enfado desaparecerá por completo. Veo por el rabillo del ojo que se
acerca más a mí tendiéndome el helado. Le ignoro.
-Vamos
–murmura tierno- no seas así.
Sigo sin
decir nada.
-Perdóname
–susurra en mi oído acercando su cara.
Un
escalofrío me recorre de los pies a la cabeza al notar sus labios tan cerca,
pero me controlo. Le miro. El enfado es historia. El sonríe, yo sonrío.
-Vale –digo
seca, y cojo el helado.
-Gracias –su
sonrisa se hace más amplia.
Andamos por
las calles tranquilos, porque sabemos que aunque la gente imagine que ese chico
que anda junto a mi es quien es, no lo cree. Ya que el no puede estar aquí. Es
imposible.
Entramos a
otra calle peatonal, hay árboles a ambos lados de la calle y el suelo está
asfaltado con una fresca roca que cubre todo el trayecto hasta la próxima
plaza. Es casi primavera y las flores están empezando a florecer a los pies de
los arboles. Estoy concentrada en mi helado de chocolate cuando noto que una
mano sujeta mi cadera.
Justin ha
vuelto a sorprenderme. Ahora nuestros cuerpos están tan pegados que se rozan al
andar. Puedo escuchar su respiración. Ahora ha rodeado mi espalda con su brazo,
posando su mano sobre mi cintura. Como hacen los novios. Como hacen los
enamorados. Le miro y vuelve a sonreír. Esta vez yo también sonrió sin pensarlo
dos veces. Noto el calor de Justin directamente contra mi piel. Me gusta.
Lo cierto es
que es evidente que los dos nos atraemos. No hay nada más que vernos para saber
que hay sentimientos. Los dos nos queremos, aunque sea de una forma diferente.
Aunque la verdad es que a veces pienso que el también está enamorado de mi. A
fin y al cabo, coge un avión para venir a verme ¿no?, deja lo que está haciendo
para llamarme por teléfono a cualquier hora ¿no?, hay atracción física. Eso es
evidente.
Entramos
ahora en la última plaza que hay que atravesar para llegar a nuestro destino.
Esta es la más grande del pueblo, ya que aquí está la iglesia. Frente a ella
hay un parque. Veo a unos niños jugando en él, y me sorprende ver a bastante
gente en la puerta de la iglesia. Veo entonces a varios fotógrafos que esperan
parados frente a ella.
Hay una boda.
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